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Nagoya

No lo sabíamos entonces, pero Nagoya es la cuarta ciudad más grande de Japón (después de Tokio, Yokohama y Osaka) y fue destruida completamente en los bombardeos de 1945. Ergo, es una ciudad reconstruida. Nueva, vaya: lo único que vi que podría decirse "tradicional" fueron dos cosas: Oosu kan'non y el castillo que no es castillo. Lo demás, desde las Mode Gakuen Spiral towers hasta el parque Tsurumai pasando por Nayabashi ya tenían una manita de gato. Pero vayamos por partes.

Nagoya, como les decía, es una ciudad moderna y un maestro, tiempo después, me la describió como "Japón que no es de verdad". A la distancia, tiene un poco de razón: es muy occidental para ser nipona y muy japonesa para estar en América. Una curiosa mezcla de dos mundos.
No me malentiendan, es muy bonita, y adecuada para ser el punto de entrada al país del sol naciente a extranjeros que probablemente de la antigua Cipango solo hayan visto anime. Nayabashi, sospecho, fue nuestro primer punto de encuentro real con Japón: es básicamente un puentecito de piedra que cruza un río a la mitad de la ciudad, casi caaaasi como el Río de los remedios acá. No es el máximo punto de interés turístico de la ciudad (y uno podría ir de paso sin conocerlo, incluso), pero era nuestro camino a Sakae y Shinsakae, las dos zonas comerciales de Nagoya e izakayas (cantinas tradicionales), pubs irlandeses, Starbucks o Tully's que se cruzan en el camino y es un ejemplo de algo que se ve a lo largo de Japón: el respeto a los cuerpos de agua. Así como lo puso la naturaleza, así lo encauzamos y le ponemos puentes bonitos para admirarlo, pero nada de entubarlo o cubrirlo o, peor aún, ensuciarlo.

Nagoya es una ciudad fría y con mucho viento, al menos en marzo; una noche había una temperatura de cerca de 8 grados, lloviendo y con un ventarrón que Kamisama guarde la hora. Y si a eso le agregamos que para ir de donde nos hospedaron a la estación de metro más cercana hay que pasar por un bajopuente de piedra llega un momento en el que uno se siente Mary Poppins volando con su paraguas.

Como casi todas las ciudades grandes en Japón que visité, tiene una conformación chistosa: hay un parque horizontal en el centro de la ciudad con un repetidor de telecomunicaciones enorme, que normalmente se llama "[nombre de ciudad] tower". Cerca de este parque está una rueda de la fortuna que no tiene sentido para nada: a un lado de un edificio... y se llama Ferris Wheel (Nagoya es un puerto, punto parcial. Pero ¿literalmente pegada de un edificio?). Entre Sakae y Shinsakae hay una estructura ovalada muy grande llamada Oasis 21 que sirve de igual manera como parque recreativo, estación de autobús, centro comercial y lugar de información a turistas. El techo, por fuera, tiene agua suficiente como para ahogar tus tobillos, cercado por una discreta vallita que llega, precisamente, al huesito del pie. Tiene restaurantes que se veían monones, pero nosotros no nadábamos en dinero y mejor cenábamos en los lugares de gente modesta: Yoshinoya, Sukiya o Matsuya, restaurantes de comida rápida.

Shinsakae. Según mi experiencia, es básicamente el distrito de bares de la ciudad... si entendemos por bares los lugares con 10 asientos hacinados en edificios de 15 pisos. Hay honrosas excepciones (como el ID, un antro ¡de cinco pisos!) pero en realidad eso es lo que entienden por bar en Japón, un lugar muy íntimo/chiquito. Naturalmente, me di una vuelta yo solo por el distrito para ver el movimiento y es de lo más extraño ver locales filipinos e hindús hundidos en sótanos.

Regresemos a algo menos denso. Oosu Kan'non es un templo budista dedicado (a falta de otra palabra más acertada) a... Kan'non, la buda de la compasión (LA buda por que al pasar a Japón la cambiaron de sexo, muy casual) rodeado de un complejo de tiendas y restaurantes. Es un remanso pequeño de tranquilidad entre el desmadre de las vías rápidas que lo rodean... y además está poblado por GATOS. ¡GATOS!

El castillo es todo un tema. Sí, es la estructura del castillo de la región. Sí, tiene su jardín y su fosa y sus edificios administrativos adyacentes. No, ya no es un castillo por dentro.
¿Cómo? Pues es un museo ahora. Precioso, con maquetas y réplicas y armas originales, pero ya por dentro no tiene ni las vigas de antaño. Más que adaptar el edificio a las exposiciones, rehicieron el interior y ahora son 6 pisos (si no recuerdo mal) muy modernos, incluyendo el mini mirador del último nivel. No hay decepción, sin embargo; la visita vale muchísimo la pena.

El parque Tokugawa es un parque (duh) un poco más alejado hacia el este. Es pequeñito, pero la visita es brutalmente gratificante. Un lago enorme al centro con koi (carpas) y alrededor árboles, cascaditas, casas como para la ceremonia del té y caminos de piedra que invitan a perderse por todo el lugar. El día que fuimos pudimos presenciar de pura suerte una sesión de fotos de dos chicos que se iban a casar, el con su hakama y ella con su kimono blanco ceremonial. No se me ocurre otro lugar mejor dentro de Nagoya para hacer esta sesión tan romántica.

Dejé Tsurumai casi al final por razones sentimentales. Digamos, como que hicimos el famosísimo hanami ahí.
El parque por sí solo, sin flores de cerezo, es completamente digno de visitarse en cualquier momento. Con lagos artificiales, fuentes y un kiosko central de piedra es ideal tanto para echar novio (si los japoneses lo hicieran) como para llevar a los hijos a jugar béisbol (que no futbol: es de reciente introducción) o echar una o tres caguamas. Oh sí, en Japón se puede tomar en la calle, sospecho que por que allá no hacer desfiguros es cosa de honor y no un delito castigable.
Para el caso. Llegamos a Japón a mitades de marzo, lo que significaba que llegamos en tiempo perfecto para ver abrirse los capullos rosas que se convertirían en flores.

Fuimos un grupo de cinco mexicanos cerca de las seis de la tarde. Hacía frío y mucho aire y todos llevábamos doble chamarra. Pero nada más nos bajamos del metro y nos asomamos al pobladísimo parque con ese mar fantástico de rosa en las copas de los árboles sentimos que no había más en el mundo. Ya con la baba caída nos fuimos metiendo al parque a ver chingomil nipones y extranjeros bebiendo alegre y respetuosamente... sentaditos en seiza (la forma de sentarse que relacionamos con Japón) sobre una lona azul con los zapatos a un lado del plástico. Mucha risa, mucho MUCHO alcohol y sobre todo mucha admiración por, quizá, su fiesta nacional más valorada. De verdad es sobrecogedor ver tantas flores abiertas en un espectáculo muy breve: las flores ya estaban cayendo y con el viento hacían un torbellino rosa que provoca ganas de llorar de la emoción. Me apropié de algunas flores a punto de caer, las puse a secar y mucho tiempo después hice cuatro separalibros con ellas.
Algo debería conservarse de esa belleza finita, aunque sea entre dos micas transparentes.

Por último de la ciudad, una anécdota. Nagoya eki (o sea, la estación de Nagoya) es un gran Cetram de verdad: metro, autobús local, autobús foráneo, tren y sitio de taxis. Cuando nos acercamos a una taquilla a comprar un boleto de metro y no nos dimos a entender, los pobres encargados del localito tuvieron que recurrir a lenguaje de señas para decirnos que ahí no era el metro, que era la estación de trenes. Como de película absurda, cuatro mexicanos y dos japoneses "hablando" a señas para que, después de 10 minutos y con una fila de nipones desesperados atrás de nosotros, finalmente pudiéramos concertar en que las taquillas del metro estaban a una distancia equivalente al trasbordo de La Raza en la Ciudad de México. Hay que aprender de alguna manera, pero creo que este es un modo que no quiero volver a repetir.

Desde luego, tenemos muchas más cosas de las cuales hablar acerca de la ciudad (los malls subterráneos, el puerto, la fantástica planta de incineración de basura, el Nagoya dome -estadio de béisbol-, el museo de Toyota, Nana chan...) pero esto no es una guía de turistas por más que quiera. Puedo escribir de lo que me acuerde si lo quieren pero esto, por ahora, creo que es bastante para darse una idea de la ciudad y su ambiente internacional pero no tanto. Sigue siendo Japón, pero de alguna manera creo que quisieron hacerla TAN moderna que casi se pierde en el proceso.

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Oyendo: Röyksopp - Eple

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